miércoles, 29 de diciembre de 2010

CAMINAR SOBRE LAS AGUAS


La Biblia cuenta muchas historias y todas pueden tener aplicación para nosotros, pero nunca una historia fue tan vigente como la de Jesús caminando sobre las aguas… nuestra época está llena de situaciones que nos llevan a tratar de entender este mensaje. El texto bíblico más que hacernos pensar en lo increíble de la acción de Jesucristo, nos lleva a pensar en cómo debemos aprender a sortear las dificultades de la vida y no dejarnos ganar de los problemas, el estrés, la ansiedad y los conflictos.

Constantemente en este paso por la existencia nos vemos atrapados por situaciones que parecen no tener salida. Incluso en esta época encontramos que la depresión está agobiando a más personas que muchas otras causas y es fácil que estas lleguen al suicido o se vean inmersas en dramas personales que los llevan a la infelicidad. Mi trabajo me lleva a encontrarme con personas que a pesar de tener su economía resuelta o su aspecto emocional estable, viven en medio de problemas y el sufrimiento los convierte en seres que se esfuerzan inútilmente y no encuentran solución.

Cuando leo esta historia y me encuentro con esta frase: “Y ya el barco estaba en medio de la mar, atormentado de las ondas; porque el viento era contrario” (Mateo 14:24), no puedo menos que traerlo a este tiempo lleno de dificultades y problemas, porque como en la historia el viento parece contrario, no solo por los problemas emocionales que generan el estrés, la preocupación, la carga laboral o las crisis económicas, sino que debemos sumar factores como el ambiental que por nuestra propia irresponsabilidad o ignorancia, hoy nos pasa una cuenta de cobro bien alta.

Realmente nos ha faltado inteligencia para comprender las señales de la perfecta creación de Dios. Y es que cuando miramos las evidencias nos encontramos con que siempre la solución ha estado muy cerca. Los invito por un momento a pensar en ciertas etapas de nuestra vida en que han visto situaciones externas que nos detienen o frustran nuestros planes y proyectos, cuando nos hemos sentido vencidos o agobiados por la preocupación, la inseguridad, el miedo o temor, la aprensión o pensamientos negativos (inferioridad, incapacidad), es preciso observar que por lo general la solución ha estado muy a la mano y en algunas ocasiones los mismos eventos nos han mostrado otros caminos mejores.

Todo esto nos lleva a pensar que nuestro mayor enemigo interior es el miedo, pero pocas veces consideramos que este es un factor que eventualmente nos va a acompañar en la toma de decisiones, en otras palabras, cada vez que queremos crecer, que queremos tomar una decisión importante, que queremos salir de nuestro lugar de comodidad, sentimos miedo, ya que este nos protege de lo desconocido. Sin embargo, también es el miedo el que nos enceguece y nos impide ver las opciones.

Fíjense en la otra frase que sigue en Mateo 14:26: Y los discípulos, viéndole andar sobre la mar, se turbaron, diciendo: Fantasma es. Y dieron voces de miedo”, en ella se hace evidente que el ser humano lo que no comprende o lo que no cree, le atribuye propiedades esotéricas o de carácter paranormal.

Pero nuestra historia se vuelve más diciente cuando vemos a Pedro que en su deseo de imitar el ejemplo de Jesús, trata de caminar sobre el agua pero se hunde y necesita que el mismo Jesús lo ayude a salir y la exhortación del Maestro nos deja ver un elemento que se vuelve común en los seres humanos sometidos a situaciones similares. Jesucristo le dice: Oh hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?” (Mateo 14:31), lo que pone en evidencia que son precisamente la inseguridad, las dudas y en síntesis el miedo lo que nos lleva al fracaso.

Cuántas veces hemos empezado en una nueva plaza laboral, una gestión o un proyecto sin tener la suficiente confianza en nosotros mismos de que somos capaces de vencer todas las adversidades. Pero muchas de las veces esos inconvenientes ni siquiera son reales, sino que nosotros mismos las ocasionamos por el temor y la actitud negativa. Pensemos por un momento:
  • ¿Qué nos ha costado ese miedo?
  • ¿Cómo sería nuestra vida si ese miedo no existiera?
  • ¿Qué puede pasar si tomamos acción a pesar de ese miedo?
 Cada uno de nosotros tiene sus propios fantasmas, dificultades y miedos… algunos somos impacientes, otros intolerantes, otros miedosos y cada uno necesita remedios distintos. Por eso es importante que cada quien se haga su propio diagnóstico. Hagamos un ejercicio: Identifique un problema que usted tiene o ha tenido, imagínense esa situación... ¿Ya?

Ahora imagínese un día en que está con muy buen humor, mucha paz, mucha felicidad. ¿Cómo vería la situación desde ese estado? Entonces, ¿cuál es la actitud más indicada para enfrentar esa situación? Yo pinto el mundo con los colores que yo quiero. Por lo que, cuando uno resuelve un problema, desarrolla más fe en la vida, más amor, más alegría.

Resolver implica tener una gran amplitud de criterio y ver las muchas formas de solución que podemos aplicar. Y es que definitivamente la cuestión es de actitud. Si una persona tiene el hábito de estar insatisfecha, éste hábito hecha raíces, por eso es importante observar la actitud que uno mantiene durante el día. Encontramos en nuestra manera de hacer las cosas muchas formas erradas de reaccionar, de tomar decisiones y de escoger el camino a seguir. Hay miles de formas de hacer las cosas, pero en general lo hacemos todo de forma rutinaria usando las mismas fórmulas de siempre.

Quizá es tiempo de ser menos soberbios, menos dados a nuestra propia opinión y empezar a atender el consejo del Señor cuando dice: “Confiad, yo soy. No tengáis miedo” (Mateo 14:27). Él, que tiene el control de todo, sabe que ha puesto muy a la mano la solución para cualquier problema de la vida. Las palabras del Maestro, además de la connotación de fortaleza espiritual, de fe, que implican en sí mismas, buscan influir en nuestra manera de ver las cosas y en nuestra actitud, para que adoptemos un estado emocional adecuado para afrontar los retos diarios y un entusiasmo que solo puede venir de tener la suficiente convicción de que somos capaces de lograr lo que nos propongamos y que nuestro Dios nos da el entusiasmo y el coraje para vencer el temor, la adversidad y cualquier imprevisto.

Terminamos con una frase que ha sido atribuida a Anna Eleanor Roosevelt: "Tú ganas fortaleza, coraje y confianza en ti mismo cada vez que te detienes y miras el miedo en la cara. Tú debes hacer lo que piensas que no puedes hacer".

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